En 1882, en un pequeño pueblo llamado Llubí, en el interior de la isla de Mallorca, un carpintero llamado Jorge Perelló Perelló decidió cambiar de profesión y abrió una destilería artesanal.
Tras ejercer esta profesión durante varios años, traspasó la destilería a sus hijos Jorge y Antonio Perelló Planas, que decidieron seguir otros caminos.
Antonio emigró a América en 1917, como muchos mallorquines de la época, y fundó una destilería en Mendoza, Argentina.
Sin embargo, su segundo hijo, Antonio Perelló Perelló, reabrió la destilería en 1947 en las antiguas instalaciones de Llubí donde su abuelo la había iniciado, y continuó ampliándola a medida que aumentaba la producción.
Hoy, 125 años después de la fundación original, la destilería sigue siendo una empresa familiar artesanal en la cuarta generación, con la quinta generación ya aprendiendo el oficio para continuar la vieja tradición familiar.